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El Card. Bergoglio instó a “ungir de bondad” la ciudad

Buenos Aires, ABR 09 (AICA): El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, recordó a los sacerdotes porteños, que colmaron la catedral metropolitana para la Misa Crismal, que los consagrados se “reconocen ungidos y enviados, ungidos para ungir” con la unción divina, e insistió en que “somos ungidos para ungir con la bondad a nuestra ciudad, de las mil maneras que lo necesita, que lo exige y que lo anhela”.

“El espacio físico de nuestra ciudad necesita ser ungido como se ungen las iglesias nuevas y los altares. Nuestra ciudad necesita ser ungida allí donde la bondad se vive naturalmente, en sus casas de familia, en sus escuelas, en los hospitales maternales, donde la vida nueva empieza y también en los que la vida sufre y termina. Necesita ser ungida para que esa bondad se consolide y se expanda en nuestra sociedad”, subrayó.

El purpurado porteño aseguró que “nuestra ciudad también necesita ser ungida en los lugares donde la bondad está en lucha, en esos espacios que a veces son tierra de nadie y pasan a ser ocupados por el interés egoísta. Me refiero a los espacios de injusticia social y económica, en los que la bondad „Ÿ el bien común „Ÿ debe reinar”.

Tras señalar que “este deseo lo tenemos todos, está escrito como ley natural en el corazón de todo hombre y de toda mujer”, reiteró que “también y de manera especial, nuestra ciudad necesita ser ungida en los lugares donde se concentra el mal: la agresión y la violencia, el descontrol y la corrupción, la mentira y el robo”.

“Nuestra ciudad necesita ser ungida en todos sus habitantes. Signados nuestros niños con la pertenencia a Cristo, signados nuestros jóvenes con el sello del Espíritu, sello que anhelan inconscientemente en todos sus tatuajes, esas marcas que no sacian la sed de identidad profunda que ellos tienen”, explicó.

Y puso el énfasis en los jóvenes, que “anhelan más que la vida ese sello del Espíritu que hace que se vuelva visible el Nombre de Cristo que está sellado en su corazón de carne y que busca mil maneras de manifestarse. Necesitan y reclaman a gritos que alguien los unja y les revele que pertenecen a Cristo, que sus dueños no son ni la marihuana, ni el paco, ni la cerveza, sino que es Cristo su Señor, el que los puede convocar y plenificar, misionar y acompañar”.

Al dirigirse al clero, el cardenal Bergoglio aseveró que “nuestro pueblo necesita sacerdotes ungidores, sacerdotes que sepan salir de su autocomplacencia y eficientismo y se den con simples gestos de bondad. Sacerdotes salidores que saben aproximarse al otro, acoger cordialmente, darse tiempo para hacer sentir a la gente que Dios tiene tiempo para ellos, ganas de atenderlos, de bendecirlos, de perdonarlos y de sanarlos”.

“Sacerdotes que ungen sin mesianismos ni funcionalismos. Sacerdotes que no guardan el frasco sin romper. Sacerdotes salidores y que están cerca del Sagrario, que vuelven al Sagrario para cargar de aceite sus lámparas antes de volver a salir”, precisó.

El primado reconoció que “la bondad cansa pero no agota, cansa porque es trabajadora y requiere repetición de gestos personales, esos que pide con insistencia nuestro pueblo fiel”, por eso convocó a una actitud misionera permanente de unción en la Ciudad.

“El pueblo fiel pide que le bauticemos a sus bebés, que le unjamos a sus enfermos, que le demos la bendición a sus cosas, a sus estampitas y a sus botellitas de agua, que visitemos sus casas y escuchemos sus confesiones, que les demos la comunión. La unción hace que los pequeños gestos de bondad sacerdotal estén cargados de alegría y de eficacia apostólica. Al fin y al cabo, el poder y la fuerza salvadora de Jesús se encarnó y arraigó en gestos de bondad muy sencillos: bendecir el pan, imponer las manos y tocar a los enfermos, enseñarle a los humildes las parábolas de la bondad del Padre misericordioso”, indicó.

Por último, el cardenal Bergoglio expresó su deseo de que “en este día renovamos nuestra unción sacerdotal. Sintamos sobre nosotros la mano del Señor que nos unge una vez más. Sintamos la fuerza y la ternura de su mirada que nuevamente nos llama a seguirlo de cerca. Y, como niños, le pedimos a nuestra Madre, la Virgen, que nos dé la gracia de reconocernos ungidos como ella, por la mirada bondadosa del Padre, mirados en nuestra pequeñez, para poder ver también y ungir con bondad y misericordia a los pequeños de nuestro pueblo fiel”.+

Texto completo de la homilía

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