Investigaciones modernas sobre Jes?s de Nazaret
ROMA, s?bado, 2 de diciembrede 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario que el padre Raniero Cantalamesa, ofmcap., ha enviado a Zenit a prop?sito del libro, publicado en Italia, por Corrado Augias y Mauro Pesce bajo el t??tulo Investigaci?n sobre Jes?s (Inchiesta su Ges?, Mondadori, 2006).
Predicador del Papa desde 1980, el padre Cantalamessa fue anteriormente profesor de Historia de los Or??genes Cristianos en la Universidad Cat?lica de Mil?n, as?? como miembro de la Comisi?n Teol?gica Internacional.
P. Raniero Cantalamessa
INVESTIGACIONES MODERNAS SOBRE JES??S DE NAZARET
1. En la estela del cicl?n
El cicl?n ?El C?digo da Vinci? de Dan Brown no ha pasado en vano. En su estela est?n floreciendo, como siempre ocurre en estos casos, nuevos estudios sobre la figura de Jes?s de Nazaret con la intenci?n de desvelar su verdadero rostro, cubierto hasta ahora bajo el manto de la ortodoxia eclesi?stica. Hasta quien de palabra se distancia de esto, se muestra influenciado de varias maneras.
A tal fil?n pertenece en Italia el libro de Corrado Augias y Mauro Pesce, un periodista de fama y un historiador de profesi?n, Investigaci?n sobre Jes?s (Inchiesta su Ges?, Mondadori, 2006). ??ste se presta a una valoraci?n global de toda la literatura sobre el ?verdadero Jes?s de la historia? que se publica a chorros en Europa y en Am?rica y sigue inspirando novelas, pel??culas y espect?culos. Lo examino con la intenci?n de aportar un poco de claridad sobre toda la cuesti?n, en nombre de la ?Historia de los or??genes cristianos? que ense?? durante a?os en la Universidad Cat?lica de Mil?n.
Existen, como es natural, diferencias entre uno y otro autor, entre el periodista y el historiador. Pero no quiero caer yo mismo en el error que, m?s que cualquier otro, compromete, en mi opini?n, esta ?investigaci?n? sobre Jes?s, que es el de tener en cuenta ?nica y exclusivamente las diferencias entre los evangelistas, jam?s las convergencias. Parto entonces de lo que es com?n a los dos autores, Augias y Pesce. Se puede resumir as??: existieron, al principio, no uno, sino varios cristianismos. Una de sus versiones tom? ventaja sobre las dem?s; estableci?, seg?n el propio punto de vista, el canon de las Escrituras y se impuso como ortodoxia, relegando a las dem?s al rango de herej??as y suprimiendo su recuerdo. Sin embargo actualmente podemos, gracias a nuevos descubrimientos de textos y a una rigurosa aplicaci?n del m?todo hist?rico, restablecer la verdad y presentar finalmente a Jes?s de Nazaret por aquello que fue verdaderamente y que ?l mismo intent? ser, esto es, algo totalmente diferente de lo que las diversas Iglesias cristianas han pretendido hasta ahora que fuera.
Nadie contesta el derecho de historiadores a acercarse a la figura de Cristo, prescindiendo de la fe de la Iglesia. Es lo que la cr??tica, creyente y no creyente, lleva haciendo desde hace al menos tres siglos con los instrumentos m?s refinados. La cuesti?n es si la presente investigaci?n sobre Jes?s recoge de verdad, a?n de forma divulgativa y accesible al gran p?blico, el fruto de este trabajo, o si en cambio obra de partida una dr?stica elecci?n dentro de ?l, acabando por ser una reconstrucci?n de parte.
Considero que, lamentablemente, ?ste segundo es el caso. El fil?n elegido es el que va desde Reimarus a Voltaire, a Renan, a Brandon, a Hengel, y hoy a cr??ticos literarios y ?profesores de humanidades?, como Harold Bloom y Elaine Pagels. Completamente ausente est? la aportaci?n de la gran ex?gesis b??blica, protestante y cat?lica, desarrollada en la post-guerra, en reacci?n a las tesis de Bultmann, mucho m?s positiva acerca de posibilidades de sacar, a trav?s de los evangelios, al Jes?s de la historia.
En los relatos de la pasi?n y muerte de Jes?s, por poner un ejemplo, en 1998 public? Raymond Brown (?el m?s distinguido entre los estudiosos americanos del Nuevo Testamento, con pocos rivales a nivel mundial?, seg?n el New York Times) una obra de 1608 p?ginas. Fue definida por los especialistas del sector como ?la medida seg?n la cual todo futuro estudio de la Pasi?n ser? medido?, pero de tal estudio no hay rastro en el cap??tulo dedicado a los motivos de la condena y de la muerte de Cristo, ni figura en la bibliograf??a final, que refiere distintos t??tulos de obras en ingl?s.
Al uso selectivo de los estudios le corresponde una utilizaci?n igualmente selectiva de las fuentes. Los relatos evang?licos son adaptaciones posteriores cuando desmienten la propia tesis; son hist?ricos cuando concuerdan con ella. Hasta la resurrecci?n de L?zaro, a pesar de estar atestiguada s?lo por Juan, se toma en consideraci?n, si puede servir para fundar la tesis de la motivaci?n pol??tica y de orden p?blico del arresto de Jes?s (p?g. 140).
2. ?Pero qu? dicen los ap?crifos?
Entremos en el debate m?s directo de la tesis de fondo del libro. Ante todo a prop?sito de los descubrimientos de nuevos textos que habr??an modificado el marco hist?rico sobre los or??genes cristianos. Se trata esencialmente de algunos evangelios ap?crifos descubiertos en Egipto a mediados del siglo pasado, sobre todo los c?dices de Nag Hammadi. Sobre ellos se realiza una operaci?n bastante sutil: retrasar lo m?s posible la fecha de composici?n de los evangelios can?nicos y adelantar lo m?s posible la fecha de composici?n de los ap?crifos para poderlos usar como fuentes v?lidas alternativas a los primeros. Pero aqu?? se choca contra un muro no f?cilmente salvable: ning?n evangelio can?nico (tampoco el de Juan, seg?n la cr??tica moderna) se deja fechar m?s all? del a?o 100 despu?s de Cristo, y ning?n ap?crifo se deja fechar antes de tal a?o. (Los m?s osados llegan, con conjeturas, a fecharlos al inicio del III o a mediados del siglo II).
Todos los ap?crifos sacan o suponen los evangelios can?nicos; ning?n evangelio can?nico lo hace respecto a un evangelio apr?crifo. Por poner un ejemplo actualmente m?s en boga: de los 114 dichos de Cristo en el Evangelio copto de Tom?s, 79 tienen un paralelo en los Sin?pticos, 11 son variaciones de las par?bolas sin?pticas. S?lo tres par?bolas no est?n atestiguadas en otro lugar.
Augias, tras la estela de Elaine Pagels, cree poder superar esta desviaci?n cronol?gica entre los Sin?pticos y el Evangelio de Tom?s, y es instructivo ver de qu? manera. En el Evangelio de Juan se asiste, seg?n el autor, a un claro intento de desacreditar al ap?stol Tom?s, a una verdadera persecuci?n contra ?l, comparable a la de Judas. Prueba: ?la insistencia en la incredulidad de Tom?s! Hip?tesis: ?el autor del Cuarto Evangelio no quiere tal vez desacreditar las doctrinas que ya en su tiempo circulaban bajo el nombre de ap?stol Tom?s y que confluir?n despu?s en el evangelio que lleva su nombre? As?? se supera la desviaci?n cronol?gica. Se olvida, de esta manera, que el evangelista Juan pone precisamente en boca de Tom?s la m?s conmovedora declaraci?n de amor a Cristo (?Vayamos tambi?n nosotros a morir con ?l?) y la m?s solemne profesi?n de fe en ?l: ??Se?or m??o y Dios m??o!? que, seg?n muchos exegetas, constituye la coronaci?n de todo su evangelio. Si Tom?s es un perseguido por los evangelios can?nicos, ?qu? decir del pobre Pedro con todo lo que refieren de ?l! A menos que no haya ocurrido, tambi?n en su caso, para desacreditar los futuros ap?crifos que llevan su nombre…
Pero el punto principal no es tampoco el de la fecha; es el de los contenidos de los evangelios ap?crifos. Dicen exactamente lo contrario de aquello por lo que se invoca su autoridad. Los dos autores sostienen la tesis de un Jes?s plenamente introducido en el juda??smo, que no intent? innovar nada respecto a aqu?l; pero los evangelios ap?crifos profesan todos, unos m?s y otros menos, una ruptura violenta con el Antiguo Testamento, haciendo de Jes?s el revelador de un Dios diferente y superior. La revaloraci?n de la figura de Judas en el evangelio hom?nimo se explica en esta l?gica: con su traici?n, ?l ayudar? a Jes?s a liberarse del ?ltimo residuo del Dios creador, ?el cuerpo! Los h?roes positivos del Antiguo Testamento pasan a ser negativos para ellos, y los negativos, como Ca??n, positivos.
Jes?s es presentado en el libro como un hombre que s?lo la Iglesia posterior elev? al rango de Dios; los evangelios ap?crifos, al contrario, presentan un Jes?s que es verdadero Dios, pero no verdadero hombre, habiendo revestido s?lo la apariencia de un cuerpo (docetismo). Para ellos, lo que representa dificultad no es la divinidad de Cristo, sino su humanidad. ?Se est? dispuesto a seguir los evangelios ap?crifos sobre este terreno suyo?
Se podr??a alargar la lista de equ??vocos en el uso de los evangelios ap?crifos. Dan Brown se basa en ellos para avalar la idea de un Jes?s que exalta el principio femenino, que no tiene problemas con el sexo, que se casa con la Magdalena… ?Y para probar esto se apoya en el Evangelio de Tom?s donde se dice que, si quiere salvarse, la mujer debe dejar de ser mujer y hacerse hombre!
El hecho es que los evangelios ap?crifos, en particular los de matriz gn?stica, no fueron escritos con la intenci?n de narrar hechos o dichos hist?ricos sobre Jes?s, sino para transmitir cierta visi?n de Dios, de s?? mismos y del mundo, de naturaleza esot?rica y gn?stica. Basarse en ellos para reconstruir la historia de Jes?s es como basarse en As?? hablaba Zaratustra no para conocer el pensamiento de Nietzsche, sino el de Zaratustra. Por esto en el pasado, a?n siendo ya conocidos casi todos, al menos en amplios pasajes, nadie pens? jam?s en poder utilizar los evangelios ap?crifos como fuente de informaciones hist?ricas sobre Jes?s. S?lo nuestra era medi?tica, en b?squeda exasperada de primicias comerciales, lo est? haciendo.
Existen, ciertamente, fuentes hist?ricas sobre Jes?s fuera de los evangelios can?nicos, y es extra?o que se dejen pr?cticamente fuera de esta ?investigaci?n?. La principal es Pablo, quien escribe menos de treinta a?os despu?s de la desaparici?n de Cristo y despu?s de haber sido un orgulloso opositor suyo. Su testimonio s?lo es discutido a prop?sito de la resurrecci?n, pero para ser naturalmente desacreditado. No obstante, ?qu? hay de esencial en la fe y en los ?dogmas? del cristianismo que no se encuentre ya atestiguado (en su sustancia, si no en la forma) en Pablo, esto es, antes de que ?l tuviera tiempo de absorber elementos ajenos? ?Se puede, por ejemplo, definir no hist?rico y fruto de la preocupaci?n posterior de no alarmar a la autoridad romana el contraste entre Jes?s y los fariseos y la propia mentalidad legalista de un grupo de ellos, sin tener en cuenta lo que dice Pablo, quien fue uno de ellos y que precisamente por esto hab??a perseguido encarnizadamente a los cristianos? Pero sobre esto volver? m?s adelante, hablando de la historia de la Pasi?n.
3. Jes?s: ?jud??o, cristiano o las dos cosas?
Llego ahora al punto principal compartido por los dos autores. Jes?s fue un jud??o, no un cristiano; no intent? fundar ninguna religi?n nueva; se consider? enviado s?lo para los jud??os, no tambi?n para los paganos; ?Jes?s es mucho m?s cercano a los jud??os religiosos de hoy que a los sacerdotes cristianos?; el cristianismo ?nace nada menos que en la segunda mitad del siglo II?.
?C?mo conciliar esta ?ltima afirmaci?n con la noticia de los Hechos de los Ap?stoles (11,26) seg?n la cual, no m?s de siete a?os despu?s de la muerte de Cristo, en torno al a?o 37, ?en Antioqu??a fue donde, por primera vez, los disc??pulos recibieron el nombre de “cristianos”?? Plinio el Joven (?una fuente no sospechosa!), entre los a?os 111 y 113, habla repetidamente de los ?cristianos?, de quienes describe la vida, el culto y la fe en Cristo ?como en un Dios?. En torno a los mismos a?os, Ignacio de Antioqu??a habla cinco veces del cristianismo como diferente del juda??smo, escribiendo: ?No es el cristianismo el que ha cre??do en el juda??smo, sino el juda??smo el que ha cre??do en el cristianismo? (Carta a los Magnesios, 10,3). En Ignacio, esto es, a inicios del siglo II, no s?lo encontramos atestiguados los nombres ?cristiano? y ?cristianismo?, sino tambi?n el contenido de ellos: fe en la plena humanidad y divinidad de Cristo, estructura jer?rquica de la Iglesia (obispos, presb??teros, di?conos), hasta una clara alusi?n al primado del obispo de Roma, ?llamado a presidir en la caridad?.
Antes a?n, por lo dem?s, de que entrara en el uso com?n el nombre de cristianos, los disc??pulos eran conscientes de la identidad propia y la expresaban con t?rminos como ?los creyentes en Cristo?, ?los del camino?, o ?aquellos que invocan el nombre del Se?or Jes?s?.
Entre las afirmaciones de los dos autores que acabo de referir hay una que merece considerar seriamente y discutir aparte. ?Jes?s no intent? fundar ninguna religi?n nueva. Era y sigui? siendo jud??o?. Absolutamente verdadero: en efecto, tampoco la Iglesia, en rigor, considera el cristianismo como una ?nueva? religi?n. Se considera junto a Israel (una vez se dec??a injustamente ?en lugar de Israel?) la heredera de la religi?n monote??sta del Antiguo Testamento, adoradores del mismo Dios ?de Abraham, de Isaac y de Jacob?. (Tras el Concilio Vaticano II, el di?logo con el Juda??smo no lo lleva adelante el organismo vaticano que se ocupa del di?logo entre las religiones, ?sino el que se ocupa de la unidad de los cristianos!). El Nuevo Testamento no es un inicio absoluto, es el ?cumplimiento? (categor??a fundamental) del Antiguo. Por lo dem?s, ninguna religi?n ha nacido porque alguien haya intentado ?fundarla?. ?Acaso Mois?s intent? fundar la religi?n de Israel, o Buda el budismo? Las religiones nacen y toman conciencia de s?? despu?s, por parte de aquellos que han recogido el pensamiento de un Maestro y lo han hecho raz?n de vida.
Pero hecha esta precisi?n, ?se puede decir que en los evangelios no hay nada que haga pensar en la convicci?n de Jes?s de ser portador de un mensaje nuevo? ?Y sus ant??tesis: ?Hab?is o??do que se dijo…, pero Yo os digo? con las que reinterpreta hasta los diez mandamientos y se pone al mismo nivel que Mois?s? Ellas llenan toda una secci?n del evangelio de Mateo (5, 21-48), esto es, ?el mismo evangelista sobre el que hace palanca, en el libro, para afirmar el pleno juda??smo de Cristo!
4. ?Llegado para los jud??os, para los paganos o para ambos?
?Ten??a Jes?s la intenci?n de dar vida a una comunidad suya y preve??a que su vida y doctrina tendr??an continuidad? El hecho indiscutible de la elecci?n de los doce ap?stoles parece precisamente indicar que s??. Aun dejando de lado el gran mandato: ?Id por todo el mundo, predicad el evangelio toda criatura? (alguno podr??a atribuirlo, en su formulaci?n, a la comunidad post-pascual), no se explican de otra forma todas aquellas par?bolas cuyo n?cleo originario contiene justamente la perspectiva de una ampliaci?n a las gentes. Pi?nsese en la par?bola de los vi?adores homicidas, de los trabajadores de la vi?a, en lo dicho respecto a que los ?ltimos ser?n los primeros, o sobre muchos que ?vendr?n de Oriente y de Occidente para sentarse en la mesa con Abraham?, mientras que otros ser?n excluidos, y otras innumerables afirmaciones…
Durante su vida Jes?s no sali? de la tierra de Israel, excepto alguna breve escapada a los territorios paganos del Norte; pero esto se explica con su convicci?n de haber sido enviado ante todo para Israel, para despu?s impulsarle, una vez convertido, a acoger en su seno a todas las gentes, seg?n las perspectivas universalistas anunciadas por los profetas. Es muy curioso: existe todo un fil?n del pensamiento jud??o moderno (F. Rosenzweig, H. J. Schoeps, W. Herberg) seg?n el cual Jes?s no habr??a venido para los jud??os, sino s?lo para los gentiles; seg?n Augias y Pesce en cambio ?l habr??a venido s?lo para s?lo para los jud??os, no para los gentiles.
Hay que agradecer a Pesce que no acepta liquidar la historicidad de la instituci?n de la Eucarist??a y su importancia en la comunidad primitiva. ??ste es uno de los puntos en los que m?s emerge el inconveniente se?alado al principio, el de tener en cuenta s?lo las diferencias, y no las convergencias. Los tres Sin?pticos y Pablo un?nimemente atestiguan el hecho casi con las mismas palabras, pero para Augias esto cuenta menos que el hecho de que la instituci?n sea callada por Juan y que, al referirla, Mateo y Marco tengan ???sta es mi sangre?, mientras que Pablo y Lucas tienen ?Este c?liz es la Nueva Alianza en mi sangre?.
La palabra de Cristo: ?Haced esto en memoria m??a?, pronunciada en tal ocasi?n, recuerda a ??xodo 12,14 y muestra la intenci?n de dar al ?memorial? pascual un nuevo contenido. No por nada Pablo en poco tiempo hablar? de ?nuestra Pascua? (1 Co 5, 7), distinta de la de los jud??os. Si a la Eucarist??a y a la Pascua se a?ade el hecho incontrovertible de la existencia de un bautismo cristiano desde el d??a siguiente a la Pascua, que progresivamente sustituye a la circuncisi?n, tenemos los elementos esenciales para hablar, si no de una nueva religi?n, de una forma nueva de vivir la religi?n de Israel. En cuanto al canon de las Escrituras, es cierto lo que afirma Pesce (p?g. 16) respecto a que el elenco definitivo de los actuales veintisiete libros del Nuevo Testamento fue fijado s?lo con Atanasio en el a?o 367, pero no se deber??a silenciar el hecho de que su n?cleo esencial, compuesto por los cuatro evangelios m?s trece cartas paulinas, es mucho m?s antiguo; se form? hacia el a?o 130 y al final del siglo II goza ya de la misma autoridad que el Antiguo Testamento (fragmento Muratoriano).
?Igual Pablo, como Jes?s, -se dice- no es un cristiano, sino un jud??o que permanece en el juda??smo?. Tambi?n esto es cierto; ?no dice acaso ?l mismo: “?Son jud??os? ?Tambi?n yo! ?Hasta yo m?s que ellos!”? Pero esto no hace m?s que confirmar lo que acabo de advertir sobre la fe en Cristo como ?cumplimiento? de la ley. Por un lado Pablo se siente en el coraz?n mismo de Israel (del ?resto de Israel?, precisar? ?l mismo); por otro se separa de ?l (del juda??smo de su tiempo) con su actitud hacia la ley y su doctrina de la justificaci?n mediante la gracia. Sobre la tesis de un Pablo ?jud??o y no cristiano? ser??a interesante o??r lo que piensan los propios jud??os…
5. Responsable de su muerte: ?el Sanedr??n, Pilato o los dos?
Merece discusi?n aparte el cap??tulo del libro de Corrado Augias y Mauro Pesce sobre el proceso y la condena de Cristo. La tesis central no es nueva; comenz? a circular despu?s de la tragedia de la Shoa y fue adoptada por aquellos que propugnaban en los a?os sesenta y setenta la tesis de un Jes?s zelote y revolucionario. Seg?n ?sta, la responsabilidad de la muerte de Cristo recae principalmente, incluso tal vez exclusivamente, en Pilato y la autoridad romana, cosa que indica que su motivaci?n es m?s de orden pol??tico que religioso. Los evangelios han disculpado a Pilato y han acusado de aqu?lla a los jefes del juda??smo para tranquilizar a las autoridades romanas al respecto y mantenerlas amistosas.
Esta tesis naci? de una preocupaci?n justa que hoy todos compartimos: cortar de ra??z todo pretexto de antisemitismo que tanto mal ha causado al pueblo jud??o por parte de los cristianos. Pero la ofensa m?s grave que se puede hacer a una causa justa es defenderla con argumentos err?neos. La lucha contra el antisemitismo hay que situarla en un fundamento m?s s?lido que una discutible (y discutida) interpretaci?n de los relatos de la Pasi?n. La ajenidad del pueblo jud??o, en cuanto tal, a la responsabilidad de la muerte de Cristo reposa en una certeza b??blica que los cristianos tienen en com?n con los jud??os, pero que lamentablemente por muchos siglos fue extra?amente olvidada: ?El que peque es quien morir?; el hijo no cargar? con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo? (Ez 18,20). La doctrina de la Iglesia conoce un solo pecado que se transmite por herencia de padre a hijo, el pecado original, ninguno m?s.
Ya asegurado el rechazo del antisemitismo, desear??a explicar por qu? no se puede aceptar la tesis de la total ajenidad de las autoridades jud??as respecto a la muerte de Cristo y por lo tanto de la naturaleza esencialmente pol??tica de ella. Pablo, en la m?s antigua de sus cartas, escrita en torno al a?o 50, da, de la condena de Cristo, la misma versi?n fundamental de los evangelios. Dice que los ?jud??os son los que dieron muerte a Jes?s? (1 Ts 2,15), y sobre los hechos acontecidos en Jerusal?n poco tiempo antes de su llegada a la ciudad ?l deb??a estar mejor informado que nosotros, los modernos, habiendo, en un tiempo, aprobado y defendido ?encarnizadamente? la condena del Nazareno.
Durante esta fase m?s antigua el cristianismo se consideraba a?n destinado principalmente a Israel; las comunidades en las que se hab??an formado las primeras tradiciones orales confluidas despu?s en los evangelios estaban constituidas en su mayor??a por jud??os convertidos; Mateo, como observan tambi?n Augias y Pesce, est? preocupado por mostrar que Jes?s ha venido a cumplir, no a abolir, la ley. Si hab??a por lo tanto una preocupaci?n apolog?tica, ?sta habr??a debido inducir a presentar la condena de Jes?s como obra m?s bien de los paganos que de las autoridades jud??as, a fin de tranquilizar a los jud??os de Palestina y de la di?spora en relaci?n con los cristianos.
Por otro lado, cuando Marcos y, con seguridad, los dem?s evangelistas escriben su evangelio ya ha sucedido la persecuci?n de Ner?n; ello habr??a debido impulsar a ver en Jes?s a la primera v??ctima del poder romano y en los m?rtires cristianos a quienes hab??an sufrido la misma suerte que el Maestro. Se tiene una confirmaci?n de ello en el Apocalipsis, escrito despu?s de la persecuci?n de Domiciano, en el que Roma se hace objeto de una invectiva feroz (?Babilonia?, la ?Bestia?, la ?prostituta?) a causa de la sangre de los m?rtires (Ap 13 ss.). Pesce tiene raz?n al divisar una ?tendencia anti-romana? en el evangelio de Juan (p?g. 156), pero Juan es tambi?n quien m?s acent?a la responsabilidad del Sanedr??n y de los jefes jud??os en el proceso contra Cristo: ?c?mo se concilia esto?
No se pueden leer los relatos de la Pasi?n ignorando todo lo que les precede. Los cuatro evangelios atestiguan, se puede decir que en cada p?gina, un contraste religioso creciente entre Jes?s y un grupo influyente de jud??os (fariseos, doctores de la ley, escribas) sobre la observancia del s?bado, sobre la actitud hacia los pecadores y los publicanos, sobre lo puro y lo impuro. Jerem??as demostr? la motivaci?n anti-farisaica presente en casi todas las par?bolas de Jes?s. El dato evang?lico es tanto m?s cre??ble en cuanto que el contraste con los fariseos no es en absoluto general y por prejuicio. Jes?s tiene amigos entre ellos (uno es Nicodemo); le encontramos a veces comiendo en casa de alguno de ellos; ?stos aceptan al menos hablar con ?l y tomarle en serio, a diferencia de los saduceos. Sin excluir por lo tanto que la situaci?n posterior haya influido en cargar ulteriormente las tintas, es imposible eliminar todo contraste entre Jes?s y una parte influyente del liderato jud??o de su tiempo, sin desintegrar completamente los evangelios y hacerlos hist?ricamente incompresibles. ?El encarnizamiento del fariseo Saulo contra los cristianos no hab??a nacido de la nada y no se lo hab??a llevado consigo de Tarso!
Sin embargo, una vez demostrada la existencia de este contraste, ?c?mo se puede pensar que ello no haya jugado papel alguno en el momento del ajuste final de cuentas y que las autoridades jud??as se hubieran decidido a denunciar a Jes?s ante Pilato ?nicamente por temor a una intervenci?n armada de los romanos, casi a su pesar?
Pilato no era ciertamente una persona sensible a razones de justicia, como para preocuparse de la suerte de un desconocido jud??o; era un sujeto duro y cruel, dispuesto a reprimir con sangre el m?s m??nimo indicio de revuelta. Todo ello es muy cierto. Pero ?l no intenta salvar a Jes?s por compasi?n hacia la v??ctima, sino s?lo por porf??a contra sus acusadores, con los cuales estaba en marcha una guerra sorda desde su llegada a Judea. Naturalmente esto no disminuye en absoluto la responsabilidad de Pilato en la condena de Cristo, que recae sobre ?l no menos que sobre los jefes jud??os.
No es cosa, sobre todo, de querer ser ?m?s jud??o que los jud??os?. De las noticias sobre la muerte de Jes?s, presentes en el Talmud y en otras fuentes judaicas (por m?s que sean tard??as e hist?ricamente contradictorias), emerge algo: la tradici?n jud??a jam?s ha negado una participaci?n de las autoridades religiosas del tiempo en la condena de Cristo. No ha fundado la propia defensa negando el hecho, sino en todo caso negando que el hecho, desde el punto de vista jud??o, constituyera delito y que su condena hubiera sido una condena injusta. Una versi?n, ?sta, compatible con la de las fuentes neotestamentarias que, mientras por una parte sacan a la luz la participaci?n de las autoridades jud??as (de los saduceos tal vez m?s que de los fariseos) en la condena de Cristo, por otra parte frecuentemente la excusan, atribuy?ndola a ignorancia (Lc 23,34; Hch 3, 17; 1 Co 2,8). Es el resultado al que llega tambi?n Raymond Brown, en su libro de 1608 p?ginas sobre ?La muerte del Mes??as?.
Una nota marginal, pero que toca un punto bastante delicado. Seg?n Augias, Lucas atribuye a Jes?s las palabras: ?Pero a aquellos enemigos m??os, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aqu?? y matadlos delante de m? (Lc 19, 27), y comenta diciendo que ?es en frases como ?stas que cobran fuerzas los partidarios de la “guerra santa” y de la lucha armada contra los reg??menes injustos?. Hay que precisar que Lucas no atribuye tales palabras a Jes?s, sino al rey de la par?bola que est? narrando, y se sabe que no se pueden trasladar tal cual de la par?bola a la realidad todos los detalles del relato parab?lico, y que en cualquier caso hay que trasladarlos del plano material al espiritual. El sentido metaf?rico de aquellas palabras es que aceptar o rechazar a Jes?s no carece de consecuencias; es una cuesti?n de vida o muerte, pero vida y muerte espiritual, no f??sica. La guerra santa no tiene nada que ver.
6. Un balance
Es hora de cerrar esta lectura cr??tica m??a con alguna reflexi?n conclusiva. No comparto muchas respuestas de Pesce, pero le respeto reconoci?ndole pleno derecho de ciudadan??a a una investigaci?n hist?rica. Muchas de ellas (sobre la actitud de Jes?s hacia la pol??tica, los pobres, los ni?os, la importancia de la oraci?n en su vida) son incluso iluminadoras. Algunos de los problemas suscitados -el lugar de nacimiento de Jes?s, la cuesti?n de los hermanos y de las hermanas de ?l, el parto virginal- son objetivas y debatidas incluso entre historiadores creyentes (lo ?ltimo no entre los cat?licos), pero no son los problemas con los que permanece o cae el cristianismo de la Iglesia.
Menos justificada en una ?investigaci?n? hist?rica sobre Jes?s me parece la atenci?n con la que Augias recoge todas las insinuaciones sobre presuntos v??nculos homosexuales existentes entre los disc??pulos, o entre ?l mismo y ?el disc??pulo que amaba? (?pero no ten??a que estar enamorado de la Magdalena?), como tambi?n la detallada descripci?n de escabrosos sucesos de algunas mujeres presentes en la genealog??a de Cristo. De la investigaci?n sobre Jes?s se tiene la impresi?n de que se pasa a veces a habladur??a sobre Jes?s. Pero el fen?meno tiene una explicaci?n. Siempre ha existido la tendencia a revestir a Cristo con los ropajes de la propia ?poca o de la propia ideolog??a. En el pasado, si bien discutibles, se trataba de causas serias y de gran aliento: el Cristo idealista, socialista, revolucionario… Nuestra ?poca, obsesionada con el sexo, no logra pensar en ?l m?s que enfrascado en problemas sentimentales.
Considero que el hecho de haber situado juntas una visi?n de corte period??stico declaradamente alternativa con una visi?n hist?rica tambi?n radical y minimalista ha llevado a un resultado en conjunto inaceptable, no s?lo para el hombre de fe, sino tambi?n para el historiador. Al final de la lectura, uno se pregunta: ?c?mo lo hizo Jes?s, que no trajo absolutamente nada nuevo respecto al juda??smo, que no quiso fundar ninguna religi?n, que no realiz? ning?n milagro ni resucit? m?s que en la mente alterada de sus seguidores, c?mo lo hizo, repito, para convertirse en ?el hombre que ha cambiado el mundo?? Una cierta cr??tica parte con la intenci?n de disolver estos ropajes puestos a Jes?s de Nazaret por la tradici?n eclesi?stica, pero al final el tratamiento se revela tan corrosivo que disuelve hasta a la persona que est? bajo ellos.
A fuerza de disipar los ?misterios? sobre Jes?s para reducirle a un hombre ordinario, se acaba por crear un misterio a?n m?s inexplicable. Un gran exegeta ingl?s, hablando de la resurrecci?n de Cristo, dice: ?La idea de que el imponente edificio de la historia del cristianismo sea como una enorme pir?mide situada en vilo sobre un hecho insignificante es ciertamente menos cre??ble que la afirmaci?n de que todo el acontecimiento -el dato de hecho m?s el significado inherente a ?l- haya ocupado realmente un lugar en la historia comparable al que le atribuye el Nuevo Testamento? (Ch. H. Dodd).
?La fe condiciona la investigaci?n hist?rica? Innegablemente, al menos en cierta medida. Pero creo que la incredulidad la condiciona enormemente m?s. Si uno se aproxima a la figura de Cristo y a los evangelios como no creyente (es el caso, creo entender, por lo menos de Augias) lo esencial ya est? decidido de partida: el nacimiento virginal no podr? sino ser un mito, los milagros fruto de sugesti?n, la resurrecci?n producto de un ?estado alterado de la conciencia?, y as?? sucesivamente. Algo sin embargo nos consuela y nos permite seguir respet?ndonos rec??procamente y continuar el di?logo: si nos divide la fe, nos une en compensaci?n ?la buena fe?. En ella los dos autores declaran haber escrito el libro y en ella aseguro yo que lo he le??do y discutido.
Padre Raniero Cantalamessa
[Ex profesor de Historia de los Or??genes Cristianos
en la Universidad Cat?lica del Sagrado Coraz?n][Traducci?n del original italiano realizada por Zenit]
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