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4? domingo de Cuaresma

La cuaresma intenta en estas dos ?ltimas semanas ponernos frente a una revelaci?n esencial para vivir la Pascua. Ante nuestros fracasos vividos o sentidos en nuestra vida pasada o en esta cuaresma. Se nos quiere llenar de esperanza: es ese fracaso de no encontrar fruto en nuestra vida, como nos lo recordaba el evangelio del domingo pasado. No encontrar fruto un a?o y otro a?o en esa higuera en medio de la vi?a. Amos de la higuera, como nos sentimos due?os de nuestra vida, pero de nada nos sirve, porque el fracaso nos persigue. Fracaso en los estudios o en nuestro trabajo profesional. Fracaso en nuestro hogar: padres contra hijos; hijos contra padres. Fracaso en nosotros mismos, esclavos de costumbres viciosas: alcohol, lascivia, droga. Fracaso en la vida. Y cuando uno est? harto de tanto fracaso y de tanto desastre, que a uno le dan ganas de echarlo todo a rodar o a algo m?s, a veces, aparece un vi?ador, un servidor de esa vi?a. Y este servidor nos invita a la paciencia, a la sensatez, a la esperanza. “D?jala un a?o m?s, no la cortes. Yo la cavar?, la regar?, la abonar?” , escuchamos con una cierta esperanza, el domingo pasado. Y nos fuimos de la Iglesia con el eco de esa frase, hecha sinfon??a o concierto de esperanza: “? y si no encuentras fruto, el a?o que viene la cortar?s. Si no al a?o que viene, la cortar?s. Si no al a?o que viene, la cortar?s” . Este a?o d?jala en la vi?a, que aun quedan esperanzas?

?Qui?n es ese vi?ador que nos llena de esperanzas? Y San Lucas, este domingo nos hace un retrato, lleno de un realismo conmovedor y nos revela a Dios como Padre , que ama de modo incondicional. Y esta revelaci?n se nos hace en un momento de la historia del mundo en que m?s necesitamos redescubrir a Dios como Padre, porque nunca este mundo ha sido menos fraternal, ya que unos, estando y viviendo en casa, -en la Iglesia- no hemos descubierto a Dios como Padre y otros, lo hemos abandonado, pegando un portazo, como el hijo pr?digo.

Veamos el retrato que nos pinta San Lucas y su entorno. “Los publicanos y pecadores se acercaban a Jes?s para escucharle. Los fariseos y los escribas le recriminaban, diciendo: este hombre acoge a los pecadores y come con ellos” . Esta es una revelaci?n esencial de Dios. En esta par?bola, conocida con el nombre de la par?bola del hijo pr?digo, el Padre es el centro del relato y no el hijo, en quien tanto nos fijamos por lo mucho que a ?l nos parecemos. Esta no es la par?bola del hijo pr?digo, sino la par?bola del Padre, lleno de amores y de perdones.

Prosigue San Lucas: “Un hombre ten??a dos hijos. El m?s joven dijo a su padre: Dame la parte de fortuna que me corresponde. Y el padre reparti? su fortuna”. Vemos a un padre que ama de verdad y por ello es respetuoso de la libertad y de la autonom??a de sus hijos. Deja partir, teniendo su coraz?n angustiado, a su hijo peque?o, pero con la esperanza que llegar? a ser suficientemente adulto para comprender un d??a el amor de su padre

Por otra parte, vemos un hijo rebelde e irreflexivo a la par que irresponsable, que quiere vivir su vida y que rechaza estar sometido ; que cree ser? m?s libre, si es totalmente independiente . Es esta rebeli?n t??pica de nuestro tiempo y en realidad de verdad, de todos los tiempos: el rechazo del padre, de la autoridad, y por consiguiente, tambi?n de Dios .

Caracter??stica de este mundo moderno, que por religi?n tiene el ateismo. Una religi?n sin Dios, porque dios es el mismo hombre . Dios no existe y si existe, el hombre vive como si no existiera. Es la religi?n de la permisividad . Todo me est? permitido, porque el l??mite que dios me pudiera poner, ha desaparecido con el mismo dios. No hay nada absoluto, todo es relativo, porque soy yo quien mando en mi mismo con total libertad para decidir lo permitido y prohibido… Este ateismo ha preocupado y preocupa hondamente a los ?ltimos Papas. El hombre sin Dios retrocede a su etapa salvaje de irracionalidad.

“Disip? su fortuna, nos dice el relato , en una vida de locuras? Despu?s conoci? la miseria de la vida de pecado: se qued? sin dinero, se qued? sin amigos, se qued? sin amores, se degrad? tanto que con cerdos estaba de porquerizo para poder subsistir” .
No olvidemos que los cerdos para aquellas gentes eran animales impuros, para que nos hagamos cargo de su estado de miseria total. Era peor que estar en un muladar.

El pecado se nos presenta siempre en primer lugar, como atrayente, agradable, seductor. El maligno es lo suficientemente h?bil para ocultar su mal?vola jugada de perdici?n. Vivir su libertad, revindicar su autonom??a? todo eso es positivo y bueno, pero solo bajo cierto aspecto, ya que se puede tender facilmente a la rebeld??a, arrastrados por el ego??smo, la soberbia y la lujuria.

Tras su fracaso, “entonces, recapacitando, se dijo: cu?ntos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras que yo aqu?? me muero de hambre. Me pondr? en camino adonde est? mi padre, y le dir?: Padre he pecado contra el cielo y contra ti” . Tuvo este hijo rebelde la sensatez de saber reconocer su equivocaci?n, aunque motivado m?s por el hambre que estaba pasando: cu?ntos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras que yo aqu?? me muero de hambre , que por el amor a su padre. Su actitud de arrepentimiento es calculada; es para conmover al padre y que le deje entrar en casa, pues all?? al menos tendr? comida, como los criados.

Y a?n le parece poco decir a su padre: “Padre he pecado contra el cielo y contra ti “, y a?ade una confesi?n m?s emotiva y sentimental para lograr su objetivo. Es una confesi?n calculada de su culpa. No pretende llenar con su amor el coraz?n de su padre, sino, lo que busca es llenar su vientre de comida abundante. Y pens? finalmente dar un golpe de efecto: “con este golpe bajo, sentimental, venzo a mi padre y le arrancar? el perd?n “. A?adir?: “ya no merezco llamarme hijo tuyo: tr?tame como a uno de tus jornaleros” . Es, pues, una confesi?n bien pobre, hasta casi falsa o al menos hip?crita. Busca saciar su hambre. Le importa poco su padre.

“Su padre lo vio, cuando aun estaba lejos”, y lo lleg? a reconocer , a pesar de la distancia, porque el verdadero amor agudiza la vista. “Y lleno de compasi?n corri?, se arroj? a su cuello y le abraz?? El hijo, gimoteando comenz? su confesi?n preparada y ama?ada: Padre he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. El Padre no le dej? acabar su confesi?n para que no se degradara m?s con su hip?crita mentira. Conoc??a muy bien al hijo: su limitaci?n, pobreza espiritual, y su miseria. Y r?pido y sin perder tiempo, pues le hab??a esperado muchos a?os: Mand? que le pusieran el m?s bello vestido, un anillo en su mano, como hijo de un gran se?or, zapatos? e hizo preparar un gran fest??n” . He aqu?? como el padre acoge al hijo rebelde. Todo es amor.
Y le trata no como pordiosero, sino como gran se?or, por eso manda que le pongan un anillo en su mano, como un gran se?or.

El hijo pr?digo, en cambio, lo ?nico que deseaba era comer como los criados de su padre . Como en ?l el amor hab??a muerto, no pod??a imaginarse o admitir, que ?l pudiera ser amado. Ya no se cre??a ni hijo. Su amor estaba muerto. Era un hijo perdido. Ese puedes ser tu, tu retrato.

. Claro que nosotros nos identificamos m?s f?cilmente con el otro hijo, que no dej? la casa de su padre, como nosotros, que no hemos dejado la Iglesia, a diferencia de tantos hermanos nuestros, bautizados, que pr?cticamente la han abandonado

El caso del hijo mayor es peor y m?s complicado. El hijo mayor se cree justo. Nosotros tambi?n, no nos creemos malos, sino buenos y a veces muy buenos. El no ha abandonado a su padre. No ha dejado la casa, dando un portazo, como su hermano. Yo tampoco he dejado la casa vengo a la Iglesia todos los domingos, incluso a veces, en d??as de semana. No he abandonado al Padre: ah?? est?n mis comuniones de vez en cuando, al menos una vez al a?o y mis oraciones diarias o casi. Yo no he malgastado la hacienda con malas mujeres. Yo te he servido todos los a?os de mi vida, sin desobedecer nunca una orden tuya.

Pero el hijo mayor ten??a su coraz?n muy lejos de su padre. Trabajaba en la casa, pero all?? estaba con esp??ritu y actitud de jornalero, porque all?? encontraba lo que su hermano peque?o echaba en falta: abundancia de comida y casa.

Pero tambi?n para este hijo mayor hubo un padre: “su padre sali?, fijaros bien, es el padre quien toma la iniciativa y se molesta y sale en su busca ; y se puso a rogarle” . No ruega el hijo al padre, sino el padre al hijo. El hijo estaba hinchado de envidia y de soberbia. Y el padre le quit? todo el veneno que llevaba en su coraz?n: “Hijo m??o, t? siempre has estado conmigo; todo lo que tengo es tuyo” .

Hijos peque?os irreflexivos y rebeldes. Hijos mayores soberbios y mezquinos, cual escribas y fariseos, que no reconocen en el hijo menor y pecador, a su propio hermano, pues dice: “ese hijo tuyo” . El padre le hace comprender que no es solo su hijo, sino que tambi?n es su hermano. “porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”

A todos, la cuaresma nos revela, que tenemos un padre para que ante la sensaci?n de fracaso total en nuestras vidas, en nuestro hogar, en nuestra profesi?n, estudio o trabajo, en nuestro matrimonio o familia, en nosotros mismos, no nos sintamos solos, no nos sintamos angustiados, porque en esta Eucarist??a, vamos a ver a un Dios hecho pan, hecho amor, hecho Pascua: un Cristo resucitado y victorioso, que viene a nuestros corazones de hijos pr?digos, que retornamos a la vida de cada d??a con m?s esperanza, porque descubrimos y sabemos que Dios es Padre y quiere a las dos clases de hijos: a los que le dejaron y abandonaron; y a los que, qued?ndose en casa, le sirvieron y le trataron con esp??ritu de criados y jornaleros interesados en sus salarios y dineros, pero no con esp??ritu de hijos.

Quiero, para acabar, poneros una gran dificultad en esta par?bola. ?C?mo es posible que este hijo peque?o pegue un portazo y abandone una casa, donde hay un padre excepcional, de bueno, de comprensivo, de respetuoso con su libertad? ?Sab?is por qu??

Algunos Santos Padres comentan: porque en la par?bola no aparece la figura de la madre por ninguna parte. Si hubiera estado la madre, el chico no se va.

.Que Mar??a aparezca en nuestra Cuaresma. No dejaremos as?? al Padre. Alabaremos a Dios. No daremos “un portazo”

Dios-Padre, que ama de modo incondicional, nos espera en la casa, para que intentemos, antes de que acabe este tiempo de misericordia de la cuaresma, encontrarle en el sacramento de la reconciliaci?n y penitencia, la seguridad y no solo el sue?o o la ilusi?n, de que Dios, el Padre, con un signo material y sensible, me ha dado el abrazo de Padre, de perd?n, de amor, de paz y de alegr??a por las palabras que oigo de su parte: Yo te perdono todos tus pecados.
AMEN.

Edu, escolapio

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