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Benedicto XVI convocó el Año Paulino (junio 2008-junio 2009)

San Pablo ApóstolCiudad del Vaticano, 29 Jun. 07 (AICA) En la Basílica de san Pablo Extramuros en Roma, ayer jueves 28 de junio de 2007, durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos de la ciudad de Roma, el papa Benedicto XVI proclamó un año jubilar dedicado al apóstol san Pablo (del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009), al celebrarse los 2.000 años del nacimiento del Apóstol de las Gentes. Se trata de “un año simbólico” pues nadie sabe exactamente cuándo nació.

Este ‘año paulino’ podrá celebrarse privilegiadamente en Roma, donde desde hace 20 siglos se conserva bajo el altar papal de esta basílica el sarcófago que guarda los restos del apóstol Pablo.

En la basílica papal y en la vecina abadía benedictina podrán tener lugar una serie de celebraciones litúrgicas, culturales, ecuménicas y diferentes iniciativas pastorales y sociales, inspiradas en la espiritualidad de Pablo.

El abad espera que muchas diócesis, congregaciones, ciudades y parroquias dedicadas al Apóstol de las Gentes encuentren la maneras de recordar y celebrar a su patrono.

Este año tendrá una decisiva importancia cultural, afirmó el abad, con actividades culturales y académicas, pues Pablo dejó un cuerpo de escrituras que constituyen, cronológicamente, los primeros libros del Nuevo Testamento.

Además, habrá muchas peregrinaciones que de distintas partes vendrán ante la tumba del apóstol para encontrar provecho espiritual, y se organizarán congresos de estudio y publicaciones especiales sobre los textos de Pablo para dar a conocer cada vez mejor la inmensa riqueza de la enseñanza encerrada en ellos, verdadero patrimonio de la humanidad”.

La palabra de Benedicto XVI
El Papa empezó su homilía observando que en estas Vísperas de la Solemnidad recoramos a estos dos Apóstoles, cuya sangre, junto a la de tantos otros testigos del Evangelio, hizo fecunda la Iglesia de Roma.

Luego dirigió un saludo especial a la Delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, que intercambia la presencia de la Delegación de la Santa Sede en Estambul, en ocasión de la fiesta de san Andrés. El Papa volvió a decir que estos encuentros no constituyen un simple intercambio de cortesía entre Iglesias, sino que expresan el compromiso común de hacer todo lo posible para apresurar la plena comunión entre el Oriente y el Occidente cristianos.

Refiriéndose a San Pablo extramuros, dijo que esta Basílica, que vio acontecimientos de profundo significado ecuménico, nos recuerda cuán importante es orar juntos para implorar el don de la unidad, por la que Pedro y Pablo dieron su vida hasta el supremo sacrificio de la sangre.

Una antiquísima tradición, que se remonta a los tiempos apostólicos, narra que a poca distancia de este lugar se llevó a cabo su último encuentro antes del martirio: los dos se abrazaron, bendiciéndose uno al otro.

Desde siempre la tradición cristiana consideró a Pedro y Pablo inseparables el uno del otro, si bien cada uno tuvo una misión distinta: Pedro el primero que confesó la fe en Cristo, Pablo que obtuvo como don el poder profundizar en su riqueza. Pedro fundó la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido, Pablo se convirtió en el apóstol de los paganos. Con diversos carismas trabajaron por la única causa: la edificación de la Iglesia de Cristo.

El Santo Padre observó además que en Roma el lazo que une a Pedro y Pablo en la misión, asumió desde los primeros siglos un significado específico. Como la mítica pareja de hermanos Rómulo y Remo, a los que se atribuía el nacimiento de Roma, Pedro y Pablo fueron considerados los fundadores de la Iglesia de Roma.

Aunque humanamente diferentes el uno del otro, y pese a que la relación entre ellos no estuvo libre de tensiones, Pedro y Pablo aparecen como los iniciadores de una nueva ciudad, una ciudad de hermanos gracias al Evangelio de Jesucristo. Por esto se podría decir que hoy la Iglesia de Roma celebra el día de su nacimiento, porque los dos Apóstoles colocaron las bases.

Esta tarde  -dijo el Papa- nuestra mirada se dirige a san Pablo, cuyas reliquias se custodian en esta Basílica. Al inicio de la Carta a los Romanos Pablo saluda a la comunidad de Roma presentándose como “siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación” (1,1). Pablo es conciente de ser “apóstol por vocación”, o sea no por auto candidatura ni por encargo humano, sino sólo por una llamada y elección divina. Él fue elegido “para anunciar el evangelio de Dios”, para propagar el anuncio de la Gracia divina que reconcilia en Cristo al hombre con Dios, consigo mismo y con los demás.

Más adelante el Pontífice observó que por sus Cartas, sabemos que Pablo fue todo lo contrario de un hábil orador; es más: compartía con Moisés y con Jeremías la falta de ese talento. “Su presencia resulta insignificante y su palabra despreciable”, decían de él sus adversarios…

Los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir no son por lo tanto de atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende sobre todo de un empeño personal en anunciar el Evangelio con total dedicación a Cristo; dedicación que no temía riesgos, dificultades y persecuciones.

De esto podemos extraer una lección importante para cada cristiano: que la acción de la Iglesia es creíble y eficaz sólo en la medida en que los que la conforman estén dispuestos a pagar personalmente su fidelidad a Cristo, en toda situación. Donde falta tal disponibilidad, se debilita el argumento decisivo de la verdad de la que depende la misma Iglesia.

Como en los comienzos, también hoy Cristo necesita de apóstoles dispuestos a sacrificarse a sí mismos. Necesita de testimonios y de mártires como san Pablo: en un tiempo violento perseguidor de cristianos, que cuando en el camino de Damasco cayó a tierra cegado por la luz divina, pasó sin dudar a la parte del Crucificado y lo siguió sin pensarlo. Vivió y trabajó por Cristo; por Él sufrió y murió. ¡Qué actual es hoy su ejemplo!, observó el Pontífice.

Precisamente por esto el Papa dijo que se sentía feliz de poder anunciar oficialmente que el Año Jubilar Paulino, que comprende4rá del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con motivo de los dos mil años de su nacimiento, que según los historiadores se sitúa entre el año 7 y el año 10 de nuestra era.+

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